domingo, 24 de enero de 2010

Quede constancia

Hoy he podido confirmar que Astaroth, mi maravilloso compañero está LOCO, aún más de lo que podría haber imaginado. No es una persona normal. Tengan cuidado con él. No me preguntéis cómo me he dado cuenta. Lo descubréis tarde o temprano


Sólo quería dejar constancia.


:)

Instantes q marcan un antes... Y un para siempre

Decidimos arriesgarnos. Optamos por vivir. Escogimos un momento, no uno especial, ni uno de esos transcurridos en un lugar histórico. Tampoco uno elegante ni uno de una fecha memorable. Simplemente elegimos el momento siguiente a decidir saltar el acantilado. Si la cuerda no tenía un lazo suficientemente fuerte para sujetarnos a ambos no importaba demasiado. El salto estaba decidido. Nos arriesgamos, contamos hasta tres y tomamos impulso, alto, muy alto, hasta tocar el cielo con las manos, para poder utilizar las nubes a modo de suelo. Ése era el momento. Uno cualquiera, normal para el resto del mundo. Un momento insignificante que nosotros convertimos en el más importante de nuestras vidas. Hicimos de una suma simple una ecuación, de un segundo cualquiera un instante inolvidable, de un silencio absoluto el comienzo de una banda sonora. Elegimos el momento y creamos una eternidad. Cuánto durara ésta… bueno, ni podíamos ni queríamos saberlo. De eso trata un poco esto de arriesgarse, de preferir la seguridad de lo incierto.

Y es que, al fin y al cabo, cada momento se compone de cien instantes. Cada instante se forma por una mirada. Cada mirada lleva incluida un millón de palabras nunca pronunciadas, que se agolpan para no salir jamás porque ninguna es capaz de resumir los mil sentimientos que te recorren en ese lapso de tiempo en que el mundo se detiene a tu alrededor. Y todos esos detalles ocurridos en apenas unos segundos que no parecen tener fin marcan un antes… y un para siempre.


Para siempre es demasiado....

Un miedo más duro..... Más real.....

Solíamos jugar a la pelota.
La plaza de la iglesia se encontraba
unos dos metros sobre aquellos huertos,
al lado de los cuales había un zapatero.
Cuando a veces caía la pelota
alguno de nosotros se descolgaba rápido.
Si antes la alcanzaba el zapatero
con su cuchilla la rajaba.

No sé cual era el cuello que cortaba
en aquella pelota de goma de unos niños.
Me daba miedo: un miedo que no era
ya el de los cuentos o del cuarto oscuro.
Era un miedo más duro. Más real.
Más como cuando tú te ibas con otro,
o cuando nuestra hija se murió.


Joan Margarit - El Zapatero