miércoles, 17 de noviembre de 2010

Culpabilidad

Me pediste que me fuera. Insistías en que querías estar sola, en que lo necesitabas. Yo era reacia, no sabes cuánto me costó darme la vuelta, pero respeté tu intimidad, crucé aquella puerta, y cuando volví a entrar tú ya te habías ido. Tu cuerpo estaba allí, 12 metros más abajo, en una posición extraña, el codo en un ángulo imposible, un rastro de sangre goteando por la comisura de tus labios. Lo recuerdo perfectamente, es más, soy consciente de que jamás podré olvidarlo. ¿Cómo olvidar que no supe ayudarte, que no supe hacerte sonreír? ¿Que fui incapaz de hacerte ver que nos quedaba toda una vida por delante? ¿Cómo se olvida el instante en que el mundo cae sobre tu cabeza y te sumerge en un abismo del que jamás podrás salir porque has matado a la persona más importante de tu vida? No dejo de pensar que de no haberme dado la vuelta aún seguiría compartiendo mis secretos contigo, que de no ser por mi irreflexión aún seguirías caminando junto a mí, que de no ser por mí no habrías muerto aquella fría tarde de septiembre, aquella tarde en que tu vida y la mía se extinguieron para siempre.