miércoles, 16 de junio de 2010

Como el náufrago metódico que contase las olas que le bastan para morir;
y las contase, y las volviese a contar,
para evitar errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño y le cubre la frente.

Así he vivido yo,
con una vaga prudencia de caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.


Luis Rosales, 1910-1992

Vivimos arrojados en el mundo y nuestra piel se encuentra ardiendo.
Pon en orden tus llagas y disponte a escribir: Ésta es tu rebeldía.
No tienes otra cosa que llevarte a la boca;
Desde hace muchos años nadie puede vivir y nadie vive pero la vida continúa,
La noria sigue andando con el caballo muerto.

Esto es lo que nos pasa,
Hablar sinceramente es una forma de castración pero Tienes que hablar.
Tienes que hablar sinceramente hasta la extenuación y has de hacerlo con humildad.

En rigor basta ser minucioso para ser objetivo. Y yo pretendo hacer un libro minucioso y absurdo sobre el hombre actual y su creciente desamparo.
He empezado a escribirlo sin darle ningún orden, porque la desesperación lo ordenará.
Pero no te preocupes, un minuto es tan grande como un ciego,
Y ya sabes que un ciego llena la calle por completo en el momento de cruzarla.
Llorar en cambio es muy pequeño: siempre queda corto.

Por lo tanto no es preciso elegir,
No tengo que elegir la desesperación, ni las palabras,
ni los temas del libro pues quien elige empieza a cuidarse.
No es preciso elegir: Basta atender.
Hay que prestarle al mundo una atención distribuida,
Esa atención que une a los hombres en la dialéctica de la objetividad.
Y me hace ahora mirar con vuestros ojos y amar con vuestras manos,
Pues lo vivo es lo junto,
Y en cada uno de nosotros hay tantos hombres diferentes
Que siempre que te espejas en el mar ves un rostro distinto
En cada ola.



Luis Rosales, 1910-1992.