viernes, 15 de octubre de 2010
Otra parte de mí perdida entre los raíles del tren...
Nunca olvidaré aquella inusual fría mañana de Junio. Escuché su gemido en el mismo instante en que el tren comenzaba a alejarse de la estación, ese tren que se marchaba con todos mis sueños y lo único que realmente me ha importado en estos últimos años. Dejaba la estación junto con cientos de promesas que nunca llegarían a cumplirse y los pedazos de un corazón esparcidos por las vías. A veces vuelvo a aquél andén y espero allí sentada viendo reencuentros de enamorados, abrazos amistosos y miradas felices llenas de recuerdos. Y maldigo aquél tren que hizo que olvidaras lo que quizá hubiera sido nuestro destino, el que devolvió mis pies a la Tierra y me hizo caer en ese abismo llamado Realidad. El mismo que me hizo comprender que, una vez lejos de esta triste ciudad, yo ya no existía, que todo había sido un sueño pasajero que al tiempo olvidas que tuviste. Y la caída fue casi tan dura como el instante en que comprendí que nunca volvería a ver tus ojos recorrer la ciudad que nos acogió durante esos meses que más que inviernos parecían primaveras.